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Príncipes de Asia
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Mediados de febrero. Era jueves por la noche cuando a última hora sonó el teléfono: “El domingo volamos a Jeddah, en Arabia Saudí. Raúl va a firmar con el Al Ittihad, uno de los grandes del país. Te cuento más cuando lleguemos”. Iñaki Otaegi era el interlocutor, uno de los ayudantes del entrenador Raúl Caneda, junto a Carlos Corberán. Aquel día comenzaba una aventura de locos, por todo lo que conlleva un compromiso repentino con un contexto tan diferente. Una apuesta que curte a cualquiera ávido por conocer y experimentar. Nada que ver con las costumbres de occidente, en lo futbolístico y en lo vital.

La llegada a Jeddah, ciudad costera bañada por el Mar Rojo, resultó apoteósica. Raúl fue agasajado por una cohorte de hinchas tocados con turbantes, bufandas, y provistos de los más avanzados artilugios de última tecnología. Nada extraño, porque Arabia Saudí es un país de fútbol. Su selección es un clásico de la Copa del Mundo y el Al Ittihad cuenta con varias Champions League en sus vitrinas. Raúl, Carlos e Iñaki no llegaban a un lugar futbolísticamente tranquilo. La paciencia no es una de las grandes virtudes del fútbol saudí, y los malos resultados anteriores del equipo llevaron a los dirigentes hasta O Grove. Allí encontraron a un entrenador preparado para cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Raúl Caneda enderezó el rumbo del equipo con resultados instantáneos. Pero las victorias por sí solo no servían. La dirigencia buscaba la mejora del equipo a través del juego, por eso lo reclutaron. Por ser un entrenador futbolísticamente muy cercano a Pep Guardiola y, por ende, al modelo armónico del FC Barcelona. Si los jeques tenían alguna duda, el propio Guardiola las disipó, en una conversación telefónica definitiva, avalando el fichaje del técnico gallego. Juntos habían trabajado en México, a las órdenes de Juanma Lillo, en Dorados de Sinaloa. Guardiola, apurando los últimos días como futbolista, comenzaba a trazar su grueso camino como entrenador junto a dos de sus referencias: Juanma y Raúl.

Posteriormente, Raúl Caneda siguió ejerciendo como adjunto de Lillo en la R. Sociedad y en el Almería, hasta que le sobrevino la oportunidad de volar en solitario. Llegó a Arabia Saudí y ya va para ocho meses… sin perder: 20 partidos jugados (entre Liga, Copa del Príncipe y Champions de Asia), con un balance de 13 victorias y 7 empates, antes de hacer frente al partido más importante hasta el momento.

Desde hace meses tenían una fecha in mente. Grabada a fuego. 19 de septiembre. Que es hoy. Y un choque tremendamente anhelado: el partido de ida de cuartos correspondiente a la Champions asiática ante el gigante chino Guangzhou Evergrande, dirigido por un campeón de la Champions europea, y de la Copa del Mundo: Marcello Lippi. Un equipo que cuenta en sus filas con uno de los futbolistas mejor pagados del panorama futbolístico, el medio argentino Darío Conca, junto a un delantero de postín: el argentino-paraguayo Lucas Barrios, procedente del Borussia Dortmund.

El duelo llegaba cargado de emotividad para el cuerpo técnico del conjunto saudí, tras unos meses de preparación realmente difíciles. El Al Ittihad estuvo concentrado el pasado mes de julio en la costa gallega, buscando un clima suave y benévolo, que escapara al tórrido calor que en verano sufre Arabia Saudí. Las instalaciones de Portonovo y A Toxa procuraban un trabajo en buenas condiciones de cara al nuevo ejercicio. Pero en plena concenctración saltaron las alarmas.

Iñaki me había hablado meses antes maravillas de un futbolista que, cuando llegaron, se encontraba convaleciente de una operación. Las lesiones le tenían martirizado. Pero siempre se sobrepuso. Y cuando comenzó a tocar balón, cuando poco a poco fue entrando en la dinámica de grupo, aquel chico llamó poderosamente la atención del cuerpo técnico. Abdoh Autef no era un jugador cualquiera. Se trataba del Futbolista. Ése que genera armonía en el juego y rige como faro. Lo vi entrenar dos veces en Portonovo, hasta que se marchó. Incomprensiblemente el club había apurado la renovación de su contrato hasta el final, y una oferta del rival Al Nassr terminó provocando la salida de la pieza clave del Al Ittihad. Raúl Caneda no podía digerir aquello. Se iba un futbolista que ellos habían recuperado, mimado, y puesto otra vez en órbita para orgullo del club y del propio país. No podía ser. En su despedida, mucho sentimiento de amargura. Abdoh abandonaba el hotel de Portonovo portando una camiseta del Barça. Al dorso se podía leer un nombre: Messi.

Pero la vida seguía. Había que acoplar a los nuevos. Entre ellos destacaba uno por encima del resto: el bueno de Modeste M’Bami. Aquel potente y lúcido centrocampista camerunés que Lillo y Caneda tuvieron en Almería. Tras un breve paso por el fútbol chino, Mo recogió el guante que le lanzó Raúl.

M’Bami es un futbolista de equipo, fiel, comprometido. Era necesario seguir reforzando el equipo para poder cubrir las expectativas. La llegada de la estrella brasileña Diego Souza, procedente del Vasco da Gama, se hizo esperar. Un enganche con mucho gol, a veces distante del juego. Había una plaza libre para fichar un futbolista asiático. Así, del Hajduk Split croata aterrizó el croata de origen sirio Annas Sharbini, medio de buen pie. Retrasos en el pago de parte de las fichas de la pasada temporada provocaron que las autoridades federativas no permitieran jugar a buena parte de los profesionales en la primera jornada liguera, incluídos los fichajes foráneos. Al Ittihad salió indemne del atolladero, pudiendo preservar su racha de imbatibilidad.

Hace unas semanas viajaron al campo del Al Nassr, otro de los grandes, dirigido entonces por el colombiano Pacho Maturana, y en cuyo cuerpo técnico se encontraba el antiguo portero internacional René Higuita. Allí se reencontraron con Abdoh, el antiguo faro del equipo de Caneda, cariacontecido porque no venía jugando. Al Ittihad ganó por 0-1, y un par de semanas después Maturana fue destituído. En Arabia Saudí no es fácil sobrevivir a una breve racha de malos resultados.

Y, hoy, por fin, Raúl Caneda ha podido estrechar la mano del apodado Paul Newman de los banquillos: Marcello Lippi. Hora y media antes de arrancar el encuentro las gradas rezumaban aroma de gran noche. Partido de altura. Con una primera parte complicada para Al Ittihad: sin control sobre el juego, y con un rival de empaque, trufado de estrellas en ataque. El equipo de Caneda ha comenzado a remolque; por dos veces en desventaja durante la primera mitad: 1-2 al descanso. Había marcado Diego Souza para los saudíes.

Pero en la reanudación, el equipo dirigido por el técnico de O Grove se ha desmelenado. Con un penalti tempranero a favor transformado por Mohamed Noor, y dos tantos más de Naif Hazazi. 4-2 al término de la ida de los cuartos de final de la Champions League asiática, con la hinchada entregada a la causa aurinegra, y la imbatibilidad a salvo: 21 partidos sin perder.

Al habla con Raúl Caneda al final del partido, el entrenador gallego mostraba su satisfacción de forma mesurada, por todas las dificultades que ha entrañado el partido y con miras a la vuelta, ante el gigante chino: “Nos costó adaptarnos al partido en la primera mitad. Ellos tienen un equipo impresionante, con jugadores como Conca, Lucas Barrios, que sonaba para el Madrid hace 3 años, o el brasileño Muriqui. Antes de encajar el segundo ya empezábamos a dominar el juego. En la segunda parte ha sido fundamental el penalti de salida. Somos un equipo muy emocional, y esto ha servido para darnos cuenta que podíamos. Curiosamente cuando los partidos se agitan no nos va mal. Es de valorar la racha que llevamos. A ver si los ecos llegan por ahí”.

El partido de vuelta, en Guangzhou, tendrá lugar el próximo 2 de octubre. El sueño continúa.

Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna