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El oficio de competir

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El oficio de competir
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ImageVa de entrenadores, y de futbolistas. O de futbolistas y entrenadores. El otro día atizaba Mourinho a sus futbolistas, después de perder en Sevilla, para terminar diciendo aquello tan habitual de los técnicos: “si el equipo no da la talla la culpa es mía por no haber conseguido que estén a la altura”. Este tipo de declaraciones parecen reducir el problema a una cuestión de motivación, dejando de lado el propio juego.

 

   Nunca hay una sola razón. Desde la cabeza a los pies, múltiples son los factores que inciden en el funcionamiento de un equipo. Pero, finalmente, todo desemboca en el juego: la matriz del problema. El pasado sábado, al término del partido en La Romareda, José Luis Mendilibar, entrenador de Osasuna, decía que su equipo no está. Protagonistas de otra salida decepcionante, los rojos ocupan el último puesto en la clasificación, con un solo punto en su haber. Ese ínfimo botín se reduce al empate cosechado ante el Mallorca en casa.

 

   En la segunda jornada de Liga, Osasuna recibía en el viejo Sadar al FC Barcelona. El conjunto navarro firmó una actuación colectiva brillante, exigiendo mucho al equipo de Tito Vilanova. Messi marcó la diferencia en unos últimos minutos frustrantes para los locales. Se quedaron sin premio cuando habían merecido el cielo. En aquellos fatídicos minutos, Osasuna cargó con la expulsión de su capitán, Patxi Puñal. Le echaron cuatro partidos. El acta reflejaba “insultos al árbitro”. Desde entonces, a Mendilibar le falta el eje vertebrador del equipo; el vértice del juego. Pero le falta, también, su pareja de baile en los últimos años: el iraní Javad Nekounam, con juego y poderío en la llegada. Y este año tampoco está Raúl García, el hijo pródigo. Un regalo para los rojos en la pasada segunda vuelta. Así mismo, quedó mermado el frente de ataque, sobre todo, tras la marcha de Ibrahima Baldé a la liga rusa.

El central Arribas, el medio Sisi, los atacantes Armenteros y Llorente son buenos elementos que han llegado para reforzar la plantilla. Algunos con menor vuelo de lo esperado en este arranque de campeonato, por diferentes motivos. Y va entrando, poco a poco, gente procedente del filial, como Timor o Raúl Loé. En una zona muy sensible. Donde, sobre todo, sufre el vacío de Puñal: paradigma de oficio y equilibrio, algo fundamental para medir la competitividad de un equipo. No es fácil ligar la mayonesa.

 

   Llama la atención, al mismo tiempo, el pobre rendimiento del Espanyol en este principio de temporada. Un equipo joven, a quien los malos resultados no ayudan a desenvolverse con naturalidad. Se rompe con suma facilidad. Partiendo de un eje que ha sufrido demasiados cambios en los últimos tiempos, por diferentes razones. A veces sufre apagones incomprensibles y no termina de crecer a partir del eje central: este año asoman Sergio Tejera (varios años de formación en Inglaterra), el canterano Víctor Sánchez, y Wakaso Mubarak, un futbolista de mucha actividad, que no termina de aprender a medir sus acciones. El sábado volvió a ser expulsado. Cuando jugaba en el Elche, lo dieron por imposible: siempre amenazado con ver la roja. Luego tuvo su oportunidad en Villarreal y ahora juega con los periquitos.

 

   El Espanyol no consigue apuntalar un equipo por las apreturas económicas. Se marcharon prometedores canteranos como Dídac Vila, Víctor Ruíz, Javi Márquez y Álvaro Vázquez. Y Desde la salida del gran goleador italiano Osvaldo a la Roma, la figura del ariete ha ido perdiendo peso. Intentaron fichar al ecuatoriano Felipe Caicedo del Lokomotiv de Moscú, pero no había dinero. Finalmente llegó el uruguayo Christian Stuani. Y en el último momento le acompañó, entre otros, el veteranísimo Simao Sabrosa, que no contaba en el Besiktas. Los blanquiazules se vieron obligados a cambiar presente (Vladimir Weiss) por pasado en esa posición.

 

   Y, en este inicio de campaña, se habla también de las dos caras de la Real. Una en casa y otra a domicilio. Pero, más que dos versiones, habría que decir falta de equilibrio en los partidos, porque dentro de cada uno de ellos hay muchos altibajos. Anoeta aguanta el tipo. Sin embargo hay que matizar las dos victorias en casa: ante el Celta, la Real manejó el partido en la primera mitad. Luego, en el arranque de la segunda, el conjunto celeste tomó las riendas, hizo un gol, y a raíz del golpe espabiló la Real, para terminar ganado el partido. Ante el Zaragoza también hubo sus altos y bajos. Pero al calor de la hinchada, el conjunto txuri urdin terminó sacando el compromiso adelante.

 

   Fuera de casa, el juego presenta un perfil aún más cambiante. Con fases de iniciativa, y otras de profunda ausencia. El problema va más allá de no convertir las ocasiones puntuales. Hablamos de control de la situación; porque el control del marcador muchas veces no se corresponde con el dominio del partido. El Levante volvió a ganarle de la mano a la Real, cuando el conjunto de Philippe Montanier se había adelantado en el marcador. Otra vez el manejo del partido.

 

   El tema del mal bagaje a domicilio no se circunscribe solamente a la época del entrenador normando. De hecho, la Real, en las últimas tres temporadas y pico (la del ascenso a Primera incluída), no alcanza el %20 de triunfos lejos de casa: sólo 11 victorias en 62 choques. La temporada del ascenso, el conjunto txuri urdin se impuso en 5 partidos de 21 fuera de Anoeta (con 9 empates). Y en el retorno a la máxima categoría, 3 muescas el primer ejercicio con Martín Lasarte (un empate), y otras 3 a las órdenes de Philippe Montanier (5 igualadas) la segunda temporada. Por no retrotaernos más en el tiempo.

 

   Detrás de estos números, y visto el desarrollo del juego, existe una tendencia clara, que apunta a un problema colectivo, de equilibrio, de falta de manejo: saber plasmar la superioridad del marcador -cuando ocurre, como el domingo- sobre el campo, respondiendo a lo que pide el partido en cada momento. ¿Entrenador, jugadores? Jugadores, entrenador? Han pasado muchos por la Real, en ambas vertientes, y la tendencia persiste.

 

   El escaso oficio que muestra la Real en algunas fases de los partidos, de forma individual y colectiva, se refleja en una irregularidad permanente. La apuesta por la cantera requiere de mucha coherencia, pero la maduración es lenta. Cuesta encontrar un jugador a quien pueda considerarse “experimentado” en la práctica.

 

   Hay un caso particular a la vista que puede contradecir la necesidad de acumular muchos partidos para mostrar cuajo en la máxima categoría. Se trata de Beñat, centrocampista del Betis, amo y señor del juego cuando todavía no ha llegado a la cincuentena de partidos en la máxima categoría. La jerarquía, como su trayectoria, son dignas de elogio. Conjuga conocimiento, constancia y liderazgo. Un ejemplo de maduración en la élite a tener muy en cuenta.

 

   La Primera no perdona. Cualquier error o desajuste aumenta su trascendencia. Levante y Mallorca, dos conjuntos de concepción similiar, le han mostrado la cruda realidad a la Real. Hay que ganar cuajo por la vía del juego para competir mejor y ganar en regularidad.

 

 

 

 

                                                                                         Naxari Altuna (periodista) Image @naxaltuna



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