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SCHUMACHER - BATISTONLaurent Blancsalió al verde del Weserstadion con su habitual elegancia y aire tranquilo. Le Président, le apodaban en sus días de formidable futbolista. Una carrera rica en experiencias, con destinos de altos vuelos. Forjó su templanza en la medular del Montpellier. Porque antes de convertirse en patrón del fondo, fue un medio de gran presencia y llegada. Marcaba con asiduidad por los campos del hexágono. Hasta que fue requerido allende las tierras galas. Probó fortuna en el Napoli post-Maradona, sin demasiada fortuna, y volvió a Francia para proseguir su ruta de caminante futbolístico con aire pausado, señorial. Nîmes, Saint-Etienne, Auxerre (ganó Liga y Copa en 1996), Barcelona, Inter, Manchester United… Una gama de equipos de lo más curiosa. Campeón del Mundo en 1998, y de Europa en 2000 con Francia, el líder silencioso de aquella generación tiene como primer objetivo ganar un partido oficial al mando de su selección. Los galos no vencen un encuentro en fases finales desde la semifinal del Mundial 2006 en Alemania ante Portugal. Un hecho llamativo. Han pasado seis años, y entre medio, una Eurocopa y dos Copas del Mundo. Casi nada.

 

 

   En ese contexto recibía Alemania a la selección francesa el pasado miércoles en Bremen, al norte de Alemania. Un reducto del fútbol ofensivo sin miramientos, por obra y gracia del Werder Bremen, comandado por Thomas Schaaf. En la localidad hanseática se tiene cierto respeto al fútbol francés merced a la inestimable aportación de Johan Micoud a su juego vistoso, hace unos pocos años.

 

 

Pero ciñéndonos a cuestiones puramente futbolísticas, Alemania y Francia no se profesan admiración mútua, ni mucho menos. No hay amistoso que valga entre dos de las potencias del viejo continente. Y, menos, teniendo en cuenta que en pocos meses se cumplirán 30 años de un suceso que pasó a los anales del balompié de forma lamentable.

 

   En Francia, cuando escuchan hablar de Sevilla, muchos recordarán cierto partido de fútbol, antes de cualquier otra circunstancia de la capital hispalense. Se acordarán irremisiblemente de aquel infausto 8 de julio de 1982. Ese día el Ramón Sánchez Pizjuán albergó uno de los partidos más recordados en la historia del los Mundiales. Francia, comandada por una pléyade de enormes futbolistas, estuvo muy cerca de cambiar el rumbo de la historia, pero el espíritu agónico de los alemanes, remontando  el desfavorable 3-1 en la prórroga, y la cruel tanda de penaltis con el gigantón Horst Hrubesch como protagonista definitivo, dieron vida a la pesadilla francesa, que aún hoy pervive.

 

    Aquel partido, y el resto de los duelos franco-germanos, vienen marcados por un episodio que produjo indignación. La agresión del guardameta alemán Harald Schumacher al central francés Patrick Battiston supuso un golpe seco al fútbol. Michel Platini metió un pase adelantado a Battiston, que rompía desde atrás, y el guardameta del Colonia, desentendiéndose de la pelota, reventó con su cuerpo al defensa del Burdeos. Battiston cayó al suelo de forma súbita y perdió dos dientes. Fue la nota desagradable de un partido que marcó la historia de los Mundiales, por la calidad del mismo, el suspense, el drama y la resolución final.

 

   Tres décadas después, Schumacher lamenta la acción, pero reconoce que si se hubiera repetido la situación habría actuado de la misma manera. Battiston, fuera de combate, abandonó el campo en camilla, con el ánimo de su capitán, Platini, que le tomó la mano como si él también se marchara definitivamente del partido. Ningún miembro de la selección germana se interesó directamente por la situación del futbolista lastimado al final de la contienda. Schumacher se alegró de que la cosa no fuera tan grave como pensaba en un principio. Cuando le dijeron que tenía dos dientes rotos declaró lo siguiente: “si es así, me hago cargo de la factura del dentista”. Aquellas palabras fueron tildadas de cinismo.

 

   Patrick Battiston no quiere recordar aquel pasaje, y se limita a decir que fue un lance del juego. Perdona a Schumacher, pero rehuye un posible encuentro amistoso, que no tendría sentido a su juicio. Han intentado juntarles, pero el francés sólo quiere olvidar aquello. Un asunto que marcó su carrera, impactó al fútbol y sobrecogió a la afición gala. Desde ese día, cualquier duelo franco-alemán va asociado al famoso suceso de Sevilla. El colegiado del encuentro fue el holandés Charles Cover, que ni señaló falta ni amonestó a Schumacher.

 

   El actual seleccionador francés, Laurent Blanc, era entonces un adolescente que comenzaba a despuntar con el balón. Su carácter apacible y mesurado se asemeja mucho al de Patrick Battiston; ambos zagueros e impregnados de un aura que impone respeto. El guiño del pasado miércoles en Bremen fue para Battiston: un triunfo de prestigio, algo inesperado, de un equipo en construcción, ante la Alemania emergente, que nada tiene que ver con aquella de hace 30 años. Porque ahora los germanos tienen un estilo más refinado, más cercano a la Francia de los 80 que al propio rodillo alemán de la época. Curiosa circunstancia.

 

    Blanc abandonó el césped del Weserstadion con la sensación de que ça va mieux. Pero cualquier comparación con la selección comandada por Platini es pura coincidencia. Aquello fue el comienzo de la ruta hacia el éxito de la siguientes generaciones.

  

 

 

                                                                                           Naxari Altuna (periodista) naxari altuna  @naxaltuna

  

  



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