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Los viejos artesanos
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ImageLo principal escapa a los nuevos inversores. La mayoría desconoce las raíces. Poco parece importar la esencia del club. El juego que labraron durante días, meses, años, lustros y decenios. Aquello que les hizo admirables a los ojos del mundo.

 

   En Borgoña, una pequeña región del centro de Francia, nació un equipo que con el tiempo se convertiría en azote de los poderosos. Surgió con nombre de asociación juvenil, y un balón como nexo de unión. Comenzaba una historia de otro tiempo.

 

   La formación como razón de ser para crear una cultura de juego y estructura muy singulares. Todo bien marcado. Partieron de categoría regional, hasta alcanzar la gloria deportiva en 1996. Con el mismo entrenador. 35 años llevaba en el cargo por aquel entonces Guy Roux, el viejo zorro. Hablamos del Auxerre, obviamente, el equipo que llegó a Primera división en 1980 y que obtuvo el doblete (Liga-Copa) dieciséis años después. El emblema de una ciudad que rondaba los cuarenta mil habitantes.

 

   El viejo Roux era el patriarca. Lo sigue siendo, a su manera. Caricaturizado por su peculiar carácter y forma de actuar: paternal, sagaz, irónico. Icono ineludible del viejo fútbol francés. Un sabio, cuyas palabras nunca caen en saco roto.

 

Un día salió a buscar a varios jóvenes del centro de formación que se habían escapado de la residencia cuando el sol se escondía. Éric Cantona y sus amigos aprovecharon las horas de sueño para romper la disciplina que imponía el deber de aprendiz de futbolista que marcaba Roux. Siempre desde la óptica del entrenador que todo lo abarcaba.

 

   No pocos internacionales absolutos franceses se forjaron en los campos anexos al estadio que lleva el nombre del religioso que puso la semilla del AJA (Association de la Jeunesse Auxerroise): l’Abbe Deschamps. Por allí pasaron Jöel Bats, Jean-Marc Ferreri, Basile Boli, el propio Éric Cantona, Daniel Dutuel, Bruno Martini, y más recientemente Bacary Sagna, Philippe Mèxes, Djibril Cissé o Abou Diaby. Todos ellos, y muchos más, pasaron por la escuela del Auxerre, aprendieron y discutieron con el maestro Roux, para luego dejar huella en otros lugares.

 

   Era una suerte de trabajo artesanal. Un club de estructura muy familiar, con una especie de gurú en el verde, pero que realmente trascendía el rectángulo de juego. El olfato y conocimiento de Guy Roux, en sintonía con la planta noble, construyeron una base muy sólida, a través del juego, la organización y el sentido de pertenencia. Auxerre se convirtió en un referente absoluto. Una escuela con pedigrí.

 

   La capacidad de persuasión de Roux atrajo a futbolistas de la categoría del delantero centro polaco Andrzej Szarmach, cuyo fichaje causó impacto en los primeros ochenta en la liga francesa. Llegaba a un club muy modesto uno de los grandes delanteros de la selección polaca de la época. Guy Roux supo captar futbolistas como Corentin Martins, vértice del mejor  Auxerre que condujo el viejo zorro. Una delicia de futbolista, más adelante pieza importante en el Deportivo; un diez que hacía recordar la finura de Jean-Marc Ferreri.

 

   Por aquel entonces, el técnico del Auxerre diseñaba sus equipos como, de un tiempo a esta parte, se estila en no pocos lugares. Portero y cuatro en el fondo, tres en mediocampo, dos extremos abiertos y un delantero centro. Éste, quizá, con un rol más fijo, el de rematador, que en la actualidad.

 

   Un día midieron sus fuerzas en la Copa de la UEFA dos grandes escuelas de fútbol. A principios de los noventa. Auxerre vs Ajax. Pasaría a la siguiente ronda el conjunto francés, que acarició la final. Con la forma bien definida, poco a poco fueron forjando el equipo que alcanzaría la cima en 1996. Aquellos años, Roux sedujo a futbolistas como Vincenzo Scifo, Frank Verlaat (elegante líbero del Ajax), y Laurent Blanc (su posterior recambio), brillantes dentro de un grupo de grandes talentos. De muy buen pie. Siempre se distinguió por abrir el campo. Al principio aparecía el tahitiano Pascal Vahirua por una banda, con Cristophe Cocard, y Gérald Baticle después. Aquello no era cuestión de dinero.

 

   El Auxerre fue evolucionando, a partir de un modelo de juego muy reconocible, armonioso, marca de la casa, con nuevos futbolistas. Hasta que culminaron la obra maestra: el doblete Liga-Copa. Desde Blanc, pasando por, Martins, Moussa Saib, Bernard Diòmede, y la punta de lanza, Lilian Laslandes. Superaron a las grandes potencias francesas de la época: Marsella, Paris, Burdeos y Monaco. La Copa de Europa visitaba los miércoles l’Abbé Deschamps; algún título de Copa más cayó en sus vitrinas. Y siguieron formando futuros internacionales.

 

   En 2010 se clasificaron para disputar la fase de grupos de la Liga de Campeones. Pero, ya en formato de Sociedad Anónima Deportiva, sin Guy Roux en el banquillo, se habían distanciado del espíritu que marcó la cultura del club. Aquello no tenía el mismo encanto. Después de más de tres décadas en Primera, el Auxerre perdió la categoría, su estatus, y desde 2012 se encuentra a la deriva en Segunda división.

 

   El club cayó en manos de unos inversores que el pasado mes de octubre vendieron su porción (60%) a una empresa china. La parte restante (40%) está repartida entre los miembros de la Asociación AJA, que ha venido velando por la idiosincrasia de la institución. Entre ellos está el patriarca, Guy Roux. El hombre que llevó al equipo desde categoría regional hasta la cima futbolística. El formador, técnico que esculpió un grupo campeón, con estilo propio. Su oposición a los nuevos compradores y las posteriores desavenencias, han puesto en riesgo su continuidad en la Asociación.

 

   El Auxerre se ha ido desangrando. Antes jugaba para ganar grandes cosas; ahora pelea por evitar el descenso a National. Los nuevos propietarios pretenden cambiar de entrenador. La prensa francesa anuncia que están pensando convertir al mítico goleador y capitán del Marsella Jean-Pierre Papin en una especie de Guy Roux: entrenador, manager y embajador del club. El padre espiritual del Auxerre ha vuelto a salir al paso con rotundidad: “Nosotros tenemos un entrenador, Cédric Daury, que es el segundo de la temporada, y el octavo desde que yo dejé el banquillo. Él ha conquistado a todo el mundo por la calidad de su trabajo y su compromiso. El reconocimiento de la plantilla es unánime. Y cuando eres entrenador eso es lo más difícil de conseguir. Lleva una media de puntos suficiente para salvar al equipo. Estoy en contra de las destituciones sin fundamento. Daury es la persona idónea para el cargo”.

 

   Al igual que el Auxerre, clubes emblemáticos como el Nantes, Lens, Sochaux o Le Havre también se han ido desnaturalizando con la llegada de nuevos inversores. Paris, Monaco, Marsella y Lyon son la punta de lanza. Pero algunos de los grandes clásicos, artesanos del juego, tampoco se libran de los grandes compradores.

 

 

                                                                                    Naxari Altuna (periodista) Image @naxaltuna



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