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El nuevo orden galo

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El nuevo orden galo
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LILLE El fútbol francés, interesante referencia para los amantes del balompié, vive un momento de cambio en la zona noble. Encabezan la tabla dos equipos de la periferia lejana. Para dar con el primero hay que tirar al extremo norte; y su delfín se encuentra en Bretaña. Siempre con un ojo puesto en los centros de poder (léase Lyon, Marsella y París; con los clásicos Burdeos y Mónaco en horas bajas); este año pintan cambios en la jerarquía del hexágono futbolístico. Podríamos hablar, y mucho, del representante bretón, Rhoazon (Rennes en francés); pero hoy nos centraremos en el líder de la Ligue 1: el Lille.

El pasado domingo se jugó en Francia un partido que puede marcar el desenlace final del campeonato. El volcán del Vélodrome marsellés recibía la visita del Lille, el excelente equipo del norte galo, poco habituado a las alturas. Quedan suficientes partidos hasta el final del torneo para suceder cualquier cosa, pero, dependiendo del resultado, el partido entre el vigente campeón, Olympique de Marsella, y el aspirante más reputado, el Lille, contenía tres lecturas posibles: un triunfo local haría bajar de la nube al irreverente, un empate dejaría las cosas como estaban, con beneficio para el Lyon y el Rennes; el triunfo visitante, por el contrario, supondría la prueba definitiva del aspirante que se convierte en mayor de edad. Y se dio el tercer supuesto.

Vivir un partido en Marsella es toda una experiencia. El Vélodrome es un estadio singular, por su fisonomía y por el calor del público. Gente apasionada, de sangre caliente y multicolor. Las gradas asoman pintadas con tonos blancos, ocres, y piel más oscura. Es un caleidoscopio de sentimientos en pos de un equipo que levanta pasiones: el OM. Es el vigente campeón, un equipo sólido, sin demasiadas alegrías; un grupo orgulloso, alentado por una masa en estado de ebullición. Allí asomó el domingo el Lille, con su magnífico entrenador Rudi García a la cabeza, dispuesto a cambiar el rumbo de la historia.

El conjunto del norte, por su cercanía con Bélgica, siempre tuvo querencia por los futbolistas del país vecino. Antes apetecía cruzar la frontera para ver al Anderlecht. Ahora puede suceder lo contrario. El Lille cuenta en sus filas con el futbolista belga más prometedor del momento. Podríamos hablar ya de realidad. Un jugador destinado a hacer grandes cosas en algún club de renombre internacional. Es Eden Hazard, un medio ofensivo de 20 años, de origen magrebí. Nació en Bélgica y juega con los diablos rojos, en tiempos de reconstrucción. El fútbol belga tiene una interesante remesa de jóvenes valores que apuntan muy alto.

Corría el minuto diez de la primera parte en Marsella, cuando Hazard arrancó desde la zona media, en una de sus magníficas conducciones, para terminar resolviendo la jugada con un disparo lejano con la zurda que terminó dentro de la portería. Un gol antológico rompía las hostilidades en el Vélodrome. Fue el inicio de un ejercicio de madurez y control de la situación.

Un equipo fresco y atrevido

El Lille jugó al fútbol como lo viene haciendo durante toda la temporada. Fue fiel a su estilo, siempre con el balón como referencia, construyendo caminos, con determinación y clase. Una plantilla muy bien confeccionada, joven y con grandes posibilidades. Tiene un gran portero, Mickäel Landreau, criado en la otrora excelente cantera del Nantes, campeón de Liga hace una década con loscanaris; un guardameta poco afortunado cuando ha estado con su selección. Primero le cerró el pasó Barthez, y ahora Lloris. Debutó en Primera con 17 años, de forma espectacular (un caso similar al de Casillas), y con 19 ya era capitán. Tras su paso tormentoso por el PSG, vuelve a disfrutar del mejor fútbol en un sitio tranquilo, como en sus inicios en el Nantes.

En la defensa, destaca el central francés, de origen magrebí, Adil Rami, un fornido zaguero, duro como una roca, que ha fichado por el Valencia para la próxima temporada. Internacional por Francia. El faro de este equipo lo encontramos en la medular, donde alumbra el juego del equipo el entrañable Rio Mavuba. Un chico con una historia conmovedora. Nació en una patera, hace 27 años, cuando sus padres huían de la guerra de Angola. Se instalaron en Francia, y el pequeño Rio salió futbolista. Creció en Burdeos, se formó en la cantera del Girondins, llegó a debutar con la selección francesa siendo apátrida (se apresuraron a otorgarle el pasaporte galo), y hace tres temporadas llegó al Villarreal. Pero allí no encontró su sitio. Fue cuando le rescató el Lille para el futbol galo, y allí se ha convertido en capitán y líder del equipo. Un chico con una actividad encomiable sobre el campo. Le secundan dos interiores, al estilo Barça: el abnegado Balmont y el brillante Cabaye (internacional francés de nuevo cuño). A partir de ahí comienza el espectáculo, con el mencionado Hazard, un futbolista llamado a ser grande, el fulgurante costamarfileño Gervinho (pretendido, entre otros, por el Bayern Munich), y el prolífico y poderosos delantero senegalés Moussa Sow (17 goles). Todos ellos dirigidos por un entrenador muy a tener en cuenta, Rudi García, paradigma del orden, buena sintonía con el balón, mucho dinamismo y atrevimiento. Cuenta, además, con recambios de garantías.

Al gol de Hazard respondió el Marsella en la segunda mitad con el tanto del empate. Pero el Lille sabía que era su momento. Había que seguir como siempre, en pos de la victoria. Y ésta llegó en el tiempo añadido, en una gran jugada colectiva que definió con astucia el delantero Pierre-Alain Frau. Es la nueva realidad del fútbol francés, un equipo que invita a verle jugar. La propuesta está hecha.

Naxari Altuna (periodista)