El cuarto penalti de Portugal era para Hélder Postiga, un delantero que había emigrado al Tottenham, procedente del Oporto. Totalizaba dos goles en toda la temporada. Habiendo fallado su lanzamiento Rui Costa, con las gradas del campo del Benfica impregnadas de pavor, a Postiga no se le ocurrió otra cosa que homenajear al gran Antonin Panenka. Lanzó el penalti al estilo que convirtió en mito al futbolista de la antigua Checoslovaquia. Postiga, simplemente Postiga.
Pasaron los años, y el delantero portugués fue quemando equipos como dececpciones acumulaba en su currículum: otra vez Oporto, Saint-Etienne, Panathinaikos, Sporting CP y, finalmente, Zaragoza. Tiene un gran representante, eso es indudable: el inevitable Jorge Mendes. La sequía goleadora de Postiga a orillas del Ebro alimentaba su leyenda errante, hasta que se topó con la Real.
Dos semanas sin Liga es demasiado tiempo de espera para alguien que busca un desquite inmediato, tras una derrota especialmente dolorosa. Pasado ese tiempo, llega el día, en casa de un rival parejo y con muy pocos argumentos futbolísticos. Pero la Real, lejos de remontar el vuelo, sufre un revés preocupante por desconfiguración. Un equipo sin alma, pusilánime y entregado ha deambulado sobre el césped de la Romareda. Eso es lo que más llama la atención. Si nos ceñimos al juego: otro partido y el enésimo medio de cierre, en una posición estratégica no resuelta. Hasta ahora, en el punto de equilibrio, el veterano capitán Aranburu ha sido el único que se ha acercado a las necesidades que conlleva ese rol (el día del Granada). Intentó guardar la posición, preservando la espalda del equipo, porque el resto de medios son de los que se desenganchan: andan y se van.
Cuando se recupere Asier Illarramendi tendrán que definir la posición del medio-centro. Y descifrar el papel de McDonald Mariga, un futbolista que en Italia se distinguía por su impulso atacante.
El juego de la Real adoleció de identidad en Zaragoza. La singular pareja de medios-centros del conjunto maño, formada por un central de base (Fernando Meira) y un futbolista que ha jugado en tantas posiciones que uno no acierta a definirlo (Ponzio), no fue exigida en ningún momento por un grupo que, supuestamente, tiene más juego (Aranburu, Xabi Prieto, Zurutuza…). Aranburu y Zurutuza en ningún momento “molestaron” al eje zaragocista. Sarpong asomó como figura decorativa, sin posibilidades de ataque, ni dotes defensivas. Y Xabi Prieto, como elemento desenganchado en los últimos partidos. Cuarteto de cuerda floja en defensa, con demasiadas concesiones en cada uno de sus componentes. Cuestión de empaque. La falta de oficio es manifiesta en un equipo que necesita más determinación, claridad y comunicación sobre el campo. Hay un par de lances incomprensibles en ese último apartado. Demidov pagó por ello. Philippe Montanier tendrá que definir las coordenadas del equipo, y los futbolistas deberán espabilar. Quizá el resultado ante el Barça confundió al personal. Porque, sin ir más lejos, en su día el Granada no fue peor que la Real en Anoeta, y después todo han sido derrotas. En partidos inexplicables.
La Real tampoco mordió en Zaragoza y Hélder Postiga resucitó por enésima vez.
Naxari Altuna (periodista)