Un día le nombraron entrenador del primer equipo. Cumplía el perfil para ser el nuevo Luis Molowny. Aquel hombre que ejercía de bombero eficiente cada vez que había un incendio en la casa blanca. Pero Del Bosque asumió el cargo de entrenador principal del primer equipo para quedarse. No habría vuelta atrás.
En un equipo repleto de Balones de Oro, con Raúl y Fernando Hierro por bandera, con egos más que difíciles de gestionar en el vestuario, se convirtió en el entrenador paternal que encajaba el ánimo y carácter tan cambiantes como si fueran piezas de un puzle. Siempre existían problemas, pero las soluciones eran sabias. Había empatía. Funcionaba el equipo; sumando títulos importantes desde la modestia y grandeza de su entrenador. Pero, a pesar de ello, lo retiraron de la circulación. A un presidente poderoso le van más los futbolistas rutilantes y entrenadores desafiantes. Allí sólo vale ejercer la victoria.
El Madrid ganará la Liga. El viejo anhelo impregnado de blaugrana en el último trienio. Pero el gran reto es hacerse, a la mayor brevedad, con la décima Copa de Europa, algo que se le resisté al club desde que Del Bosque fuera despedido.Los grandes nombres, más allá del método y sus formas, anidan en los clubes más distinguidos. Siempre se busca el armazón más lustroso para abanderar un equipo grande. Cuando suenan entrenadores la lista da que pensar. ¿A qué criterios se atiende cuando se busca nuevo técnico? Se llegan a asociar nombres como Mourinho y Wenger, por ejemplo, como aspirantes a un mismo banquillo. En esencia, ¿qué tienen que ver ambos?
El FC Barcelona acaba de dar un paso diferente entre los clubes más poderosos, donde parece que se abre la puerta del primer equipo a los entrenadores de la casa de forma conceptual. Pep Guardiola dirigió en su día al equipo de Tercera, ascendió con él de categoría y la directiva de Joan Laporta le dio las llaves del primer equipo. Los prejuicios que rodean al fútbol fueron tomando cuerpo antes de que empezara a rodar la pelota, y más con los dos primeros traspiés. Pero Guardiola fue coherente con sus ideas y la junta mantuvo su confianza. Todo lo que ha sucedido a partir de entonces está en la memoria colectiva. Ahora tomará el testigo Tito Vilanova, su fiel y cualificado colaborador. Una transición de forma natural, con la idea labrada y los genes definidos. Estabilidad, salud, estructura, camino… Un buen semillero para crecer y resistir con sobriedad a los malos tiempos. Es la vieja receta del Ajax o el FC Nantes. Ambos fueron grandes cuando supieron pasar el mensaje de padres a hijos espirituales. Y, especialmente, el conjunto francés (ver reportaje: http://www.soccer442.com/?op=13&id=138) perdió el norte cuando dejó de confiar en el método que le hizo diferente.
En el FC Barcelona el técnico de la casa que protagoniza el paso del testigo de forma hereditaria en los tiempos del fútbol moderno es Pep Guardiola. ¿Casualidad? Esta idea de club ya la tenía en su cabeza cuando a principios del año 2000 aspiraba a convertirse en director deportivo del Barça, en caso de ganar las elecciones Lluís Bassat. Pep se inspiró en una vieja idea y recomendación de Mikel Etxarri, tendente a desarrollar una formación dual con vistas al primer equipo: futbolistas y entrenadores. El apartado deportivo lo iba a liderar el noi de Santpedor, y el banquillo del primer equipo sería para Juan Manuel Lillo. Aquella candidatura desprendía aroma de victoria, pero Laporta perseveró tanto que terminó convenciendo a la masa social de que él era el hombre ideal para acometer el cambio en el club blaugrana.
Frank Rijkaardllegó al banquillo del Camp Nou por recomendación de Johan Cruyff. Eran los tiempos en que Laporta y Rosell compartían directiva. Habían sonado otros nombres para dirigir al primer equipo: Scolari, Mourinho… Hasta que un día apareció Pep Guardiola. El hombre que tenía claro cómo debe funcionar una institución futbolística. Ha sabido rodearse de gente con una sensibilidad común; un grupo ingente de colaboradores y gestores que lidera en el apartado deportivo Andoni Zubizarreta. El legado de Pep es mayúsculo. Algo impagable que hay que cuidar, por encima de personalismos, como ejemplo de gestión.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna
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