Por Burdeos han pasado grandes futbolistas. Algunos, legendarios. Centrocampistas divinos. De corte y confección. Recordamos al inmenso Jean Tigana, con pulmones como máquinas a todo gas y sus patas de alambre. Cómo no, al hombre que tenía a su vera: Alain Giresse, el pequeño maestro. Hubo un salto apreciable en el tiempo hasta que llegó el futbolista que iba a marcar el final de los noventa y el inicio del nuevo siglo: Zinedine Zidane. En el antiguo Parc Lescure dejó huella de lo que más tarde sería: un dechado de virtudes al servicio del colectivo.
Cuando los dirigentes del Girondins fueron a buscar a Yoann Gourcuff nunca pensaron que iba a crear un impacto tan grande en el juego del conjunto marine et blanc. El último gran trazo de calidad lo dejaron Johan Micoud y Ali Benarbia, en la época post-Zidane. Se estilan este tipo de medios creativos y diferentes en Burdeos, y con Gourcuff encontraron la piedra filosofal del futuro equipo campeón.
La temporada del campeonato comandó la ofensiva del equipo con brillantez y mucha pulcritud. Engarzaba el juego de ataque con mucha elegancia y diligencia. Era el encargado de lanzar las jugadas de estrategia: un diamante para su entrenador, Laurent Blanc. Apenas tenía 22 años.
En Milán había jugado 36 partidos de Serie A (13 como titular y 23 saltando desde el banquillo). No convenció a Carlo Ancellotti ni a los pesos pesados del vestuario rossonero, como más tarde se adivinaría. El Girondins se lo llevó a préstamo reservándose una opción de compra que rondaba los 15 millones de euros. Cuando Gourcuff desembarcó a orillas del Garona aquel detalle parecía irrelevante, porque el Burdeos no podía pagar esa cantidad por un futbolista. Pero el transcurrir de la temporada puso al Milán contra las cuerdas. Yoann Gourcuff fue el futbolista joven europeo más destacado en la temporada 2008/09, y el Girondins, por muy costosa que fuera la operación para sus arcas, decidió ejercer la opción de compra, pensando en el esplendoroso presente del jugador y la futura plusvalía de un suculento traspaso.
Tras dos extraordinarias temporadas en Burdeos, el Lyon tocó la puerta del futbolista bretón. Jean Michel Aulas, amo y señor de Gerland, pagó cerca de 25 millones de euros por la estrella emergente del fútbol francés. Gourcuff iba a liderar el nuevo proyecto del Lyon, en pos de la reconquista del reinado que había perdido en Francia. Entre medio, el Mundial de Sudáfrica y la bochornosa actuación del seleccionado galo, que se amotinó en la concentración contra el seleccionador Raymond Domenech. Aquello fue una especie de punto y caída al vacío para Yoann, sobre todo para él. Todo lo que vino después terminó por sumirle en la melancolía.
Acaba de cerrar su segunda campaña en el Lyon y no se tienen noticias de él. Es como si, de repente, hubiese dimitido del fútbol. Su calidad se ha diluído en medio de aquella comparación dañina con el inigualable Zidane. Exceso de responsabilidad, un carácter muy reservado, sensibilidad a flor de piel… se quieren buscar explicaciones, pero no es sólo una. Son muchas pequeñas cosas que han ido apartando a Yoann Gourcuff de su hábitat natural: el fútbol.
Al poco de llegar a Lyon se llevó un golpe tremendo. El diario L´Equipe del 26 de noviembre de 2010 traía una entrevista con Paolo Maldini, antiguo compañero suyo en el Milán. Las palabras del mito rossonero dejaron muy tocado anímicamente a Yoann, un chico callado y muy respetuoso. “Gourcuff se equivocó totalmente en el Milán. Su problema fue el comportamiento. Le faltó ser inteligente. No se integró en el grupo. Le costó empezar a aprender italiano. No quería trabajar el aspecto táctico…”. Declaraciones sorprendentes sobre un joven que había abandonado el Rennes, su escuela, para seguir aprendiendo y poder llegar a ser un jugador de primerísimo nivel.
Christian Gourcuff, el padre de Yoann, es un hombre muy conocido y respetado en el mundo del fútbol. Es entrenador. Un técnico de mucho prestigio en Francia. Lleva muchos años dirigiendo las operaciones del Lorient, equipo bretón de L1. Antes había entrenado al Rennes, en cuyo centro de formación crecía su hijo. Christian Gourcuff es un hombre muy meticuloso. Llevó personalmente las conversaciones con el Milán, para que su hijo tuviera garantías en la capital lombarda. Garantías de crecimiento como futbolista y persona. Por eso, porque conoce muy bien la cultura del fútbol italiano, porque sabe cómo es su hijo, por tantas cosas explotó como buen padre que es. Mostró su indignación más absoluta ante las palabras de Paolo Maldini. “Yoann está muy tocado”, titulaba el magazine France Football del 7 de diciembre de 2010, por boca de Christian Gourcuff. Defendió la honestidad de su hijo de forma visceral: “es surrealista, una injusticia terrible. Para un padre no hay nada peor que asistir a algo como esto…”. El entrenador del Lorient denunciaba una especie de complot hacia su hijo, a tenor de las palabras de Maldini. “¿Comlot?” le preguntó el periodista. “Yoann es un chico sensible. Posee una estructura cultural diferente, tiene otras inquietudes intelectuales. La gente del fútbol muchas veces no acepta al diferente. Y como, encima, es de carácter reservado…”.
Acaba de completar su segunda temporada en el Lyon, sin atisbos de aquel Gourcuff que sació los paladares más exigentes con su futbol de orfebrería. Recordamos un gol al PSG en Burdeos que dio la vuelta al mundo por su belleza. En la selección ha ido perdiendo protagonismo, a pesar de tener a su antiguo maestro en el banquillo: Laurent Blanc. El seleccionador le ha esperado hasta el último momento. Jugó como titular el pasado domingo ante Islandia en Valenciennes. Pero salió abucheado del campo. Hoy ha sido uno de los últimos descartes de Blanc.
Naxari Altuna (periodista) @naxaltuna