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Cruce de culturas

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Image12/11/2014

 

 

La sucesión de Alex Ferguson en el Manchester United fue traumática para David Moyes. Apenas duró unos meses en el cargo el hombre recomendado por el propio Sir Alex. En otro tiempo, Moyes aún seguiría comandando la nave de Old Trafford, como ocurrió en los inicios de Ferguson, cuando no llegaban los éxitos. Pero a los principales clubes ingleses llegaron un buen día magnates ajenos al fútbol que demuestran no tener tiempo para la reflexión. Buscan resultados, y la historia reciente del United fue como una losa en la corta trayectoria de David Moyes.

 

   Los escoceses presumen de haber enseñado a jugar al fútbol a los ingleses. Matt Busby, Bill Shankly y Alex Ferguson nacieron en Escocia. Ellos han marcado la época gloriosa de las dos instituciones más grandes del fútbol inglés: el Manchester United y el Liverpool FC.

 

   David Moyes también es escocés, de Glasgow. Asomó en la Premier League en los albores del nuevo siglo tras realizar una gran labor en las categorías menores del fútbol insular. El Everton vivía tiempos difíciles tras la gloriosa década de los ochenta, donde los toffees acumularon gloria en lucha enconada con sus vecinos del Merseyside, de la mano del entrañable Howard Kendall. Aquel equipo era El Ballet Azul.

 

   “Vengo al equipo del pueblo”, manifestó Moyes el día de su presentación en Goodison Park. Así arrancaron once temporadas que han marcado su carrera. Porque David Moyes se granjeó su prestigio como entrenador en el banquillo  del Everton, con plantillas que fueron evolucionando. Pero siempre con un denominador común: el alto ritmo de juego.

Sus equipos no se caracterizaban, en un principio, por una excesiva elaboración. El frenesí marca la pauta. El juego viaja a gran velocidad, en ataque y en los movimientos defensivos tras pérdida. Sus equipos se repliegan en manada con un gran sentido colectivo.

 

 

   En sus inicios, difíciles por la mala clasificación del equipo, hizo debutar a Wayne Rooney siendo un adolescente. Derrotó al Arsenal imperial de la época con 16 años, marcando un excelente gol que respaldó su candidatura a mejor futbolista inglés del futuro. Doce años después se juntarían sus caminos en Manchester, pero la suerte resultó desigual.

 

   En aquel primer Everton fogoso destacaba la figura de Thomas Gravesen en el centro del campo, un medio candente, de mucho campo. Iba y venía, como todo el equipo. La punta de lanza venía a ser un ariete clásico, Duncan Ferguson, circunstancia que le invitaba a jugar directo, buscando el poderío del delantero escocés, fuente de segundas jugadas. Un hombre alto, y otro veloz: el canadiense Radzinski o el jovencísimo Rooney. Una mecánica de juego considerada más o menos tradicional en las islas.

 

   Salvada la temporada más compleja, el equipo fue quemando etapas, y abrió una diferente tras la marcha de Gravesen al Real Madrid. Unos meses antes el Everton había contratado a Mikel Arteta que no encontró su sitio en la Real; un futbolista que le dio al mediocampo toffee el toque de distinción que no tenía. Asomó el pase, la pausa, el tempo variado. Arteta le dio otra dimensión al juego del Everton. Fueron media docena de temporadas excelentes donde crecieron el equipo y el futbolista. Mikel Arteta era el líder técnico del equipo de Moyes y formó una línea de medios muy recordada en Goodison Park con Marouane Fellaini.

 

   El belga fue otro de los grandes fichajes de Moyes procedente del Standard de Lieja. Un futbolista singular que viaja de área a área. Lo mismo se mete entre los centrales para defender, como propicia segundas jugadas por su poderío aéreo. Referencia en el quite por su envergadura, de pase sencillo, y rematador implacable en las jugadas de estrategia. Con el belga siempre saltaban chispas. El juego mezclaba diferentes ritmos y siempre estaba la posibilidad de buscar en largo a Jelavic, otro punta poderoso. El tradicional velocista, en esta ocasión, era el belga Mirallas.

 

   El Everton consiguió un lugar estable entre la clase media de la Premier League, mejorando sus mimbres año tras año. Mejoraba la portería con Tim Howard, y sobre todo los flancos defensivos, con dos laterales de gran proyección: Coleman y Baines. Los laterales tienen enorme protagonismo en ataque con Moyes, en  equipos que circulan mucho por dentro.

 

   La última gran aportación de técnico escocés al Everton fue promocionar al joven Ross Barkley, un centrocampista de mucho talento que ya ha debutado con la selección inglesa. A partir de ahí, se le abrió el cielo en Manchester, que pronto se convertiría en infierno por los nuevos tiempos del fútbol, y por la herencia cruel de Ferguson: un equipo campeón con claros síntomas de desgaste. El mediocampo del United no daba con la pieza que hiciera olvidar a Scholes. Esa era una de las grandes preocupaciones de David Moyes, y por eso pidió primero a Cesc Fàbregas, luego a Thiago Alcantara, más tarde a Ander Herrera, y finalmente llegaría el jugador de referencia en el Everton: Fellaini. Pero el tiempo corría en su contra y los resultados no se dieron.

 

   Llega a la Real un entrenador con un bagaje importante. Viene con una cultura de juego diferente y un registro algo más refinado que en sus inicios. Es su primera experiencia lejos de las islas, un lugar difícil de abandonar para los entrenadores británicos de mayor prestigio: por el pedigrí de la Premier League, las posibilidades profesionales y los altos emolumentos. Un choque cultural a nivel futbolístico se va a producir en Anoeta. Veremos cómo mezclan los ritmos y las características de juego. En cualquier caso, Moyes vuelve a hacerse con las riendas de un equipo que le recordará en algunas cosas al que le catapultó a la fama.

 

 

 

                                                                                     Naxari Altuna (periodista) Image @naxaltuna



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