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  Sábado por la noche. La Juventus se sacude el polvo en San Siro. En un año complicado, donde no se le espera en ningún lado, logra un triunfo de mucho prestigio. Consigue ganar al Milán por 0-2, con un gol legendario. El segundo es obra de Alessandro Del Piero, el mito bianconero. Su participación en el terreno de juego va menguando, obviamente; pero a punto de cumplir los 35, no es pieza de museo ni elemento decorativo. Con el balón en los pies continúa marcando la diferencia. Pinturicchio marcó su gol número 179 en la primera división italiana con la Juventus, superando al que fuera gran delantero juventino y antiguo presidente de la sociedad, Giampiero Boniperti.

   De Alex Del Piero se recuerdan muchos goles, cantidad de títulos importantes a nivel nacional e internacional; pero hay un hecho tan relevante o más que el granado palmarés: haber desplazado a un futbolista grande, grande, como fue Roberto Baggio. Ambos coincidieron en el mismo punto. Il codino estaba en la mejor edad para un futbolista. Pero cierta irregularidad en su rendimiento, y la pujanza de un joven talento, animaron a la Juve a jugársela, como muy pocos habrían hecho. Del Piero tomó el lugar del ídolo y capitán del equipo. Asumió una responsabilidad suprema. Baggio probó suerte en los otros grandes de Italia: Milán e Inter. Pero sólo volvió a disfrutar del fútbol en equipos menores, como Brescia y Bolonia.

   Del Piero tomó el testigo con naturalidad y nadie discute su trayectoria. Tod@s echaban de menos a Roberto en Turín; pero nadie ponía en entredicho la presencia de Alex. Todo lo contrario. Uno tuvo que marcharse, el otro lleva tres lustros defendiendo la zamarra bianconera, y ambos son venerados en el viejo Comunale. Roberto Baggio y Alessandro Del Piero están, por sentimiento, en la galería de ilustres juventinos, al lado de figuras como Omar Sívori, Giovanni Trapattoni –como entrenador-, Dino Zoff, Roberto BettegaGaetano Scirea, Antonio Cabrini, Michel Platini o Zinedine Zidane.

del piero + inzaghi

 

   Filippo Inzaghi es otro de los grandes mitos en activo. “Con Pippo el partido será más difícil”, aventuró Jose Mourinho dos semanas antes de jugar en San Siro. Fue salir el delantero del Milán al terreno de juego y voltear el marcador. A sus 37 años salta del banco como un resorte. Irrumpió en el césped desatado. Es el delantero que mejor mide la frontera del fuera de juego. Y el miércoles era un día muy esperado por él. Sus dos goles al Real Madrid le convierten en el máximo artillero de la historia en las competiciones europeas. Setenta dianas contabiliza el delantero rossonero. Supera en un tanto a Gerd Müller, el gran Torpedo, y  Raúl. Alguien, queriendo barrer para casa, quiso subrayar que, entre los setenta de Inzaghi, siete fueron marcados en la Intertoto. Pero obvia otro dato aún más relevante: ¿cuántos partidos necesitó Müller y cuántos Raúl para llegar a los sesenta y nueve?.  Torpedo fue el goleador más prolífico de todos; el más efectivo.

   Pippo Inzaghi lleva más de tres lustros goleando. Lo ví por primera vez en el Atalanta. Curiosamente allí alcanzó su mayor cota goleadora en una temporada. Luego dio el salto a la Juventus. Allí formó pareja atacante con Del Piero. Ambos tenían a Zidane como lanzador. Casi nada. Siendo parte importante de la historia juventina, Inzaghi lo es más en la milanista. Lleva once temporadas en Milán. Sin destacar demasiado por la cantidad de goles por temporada; sí lo ha hecho por su regularidad, y don de la oportunidad. Sin ir más lejos, anotó los dos goles que otorgarón la última Copa de Europa al Milán, en 2007, ante el Liverpool. Al final del partido ante el Real Madrid, Mourinho fue a saludarle. El portugués sabía con quién se jugaba los cuartos.

 

   Steven Gerrard es un emblema para la hinchada del Liverpool. Estaba ya en la final de la UEFA ante el Alavés en 2001, y estará durante muchos años más. El capitán acude al rescate en los momentos más delicados. Le recuerdo marcando un gran gol desde fuera del área en aquella inolvidable final, al inicio de su carrera; pero, sobre todo, le recordaré por noches como la del pasado jueves en la Europa League.

   El Liverpool perdía en casa ante el Nápoles, por 0-1. Cavani y Lavezzi habían conectado bien para abrir brecha en el marcador. Anfield vivía la enésima pesadilla de la temporada; la peor en la época moderna del club. De salida jugaban muchos jóvenes, casi inéditos en el primer equipo. En el descanso, Roy Hogdson mandó calentar a Steven Gerrard, y el capitán comenzó la segunda mitad sobre el césped. El encuentro terminó de forma apoteósica, con tres goles del capitán, a cada cuál más diferente, que pusieron en pie, una vez más, a los incondicionales. Hemos hablado de Del Piero, de Inzaghi… Y llegados a este punto, hablamos y seguiremos hablando de Gerrard, por mucho tiempo. Los emblemas nunca mueren.

 

                                                                                                               Naxari Altuna (periodista) Image



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